Lo de su padre no tenía nombre. Dejó el mercado de barrio en el que trabajaba para buscar un nuevo empleo que le hiciera ganar más dinero en menos tiempo. ¿El sueño americano? "No, el sueño español".
Los primeros meses se dedicó a ir de puerta en puerta pidiendo 10 céntimos a cada persona. La idea era buena, porque no sé cuantos millones de madrileños a 10 céntimos cada uno... pero la cosa no salió demasiado bien y decidió recolocarse como asalariado vendiendo catálogos IKEA con cupones descuento del Burguer King, la mejor colaboración entre dos grandes empresas jamás vista.
Pero se cansó pronto, ya que tenía que recorrer muchos kilómetros y a veces llegaba tarde a casa. "Como buen español, yo sin fútbol no soy na. ¡La champion es sagrada!"
Así que el muy sinvergüenza se inspiró en los chinos y decidió imitar alguna de sus estúpidas estrategias. Vendería parcelas de Marte a precios desorbitados por Internet. Lo peor es que existían personas que compraban estas parcelas.
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