sábado, septiembre 29, 2012

LOS CAMINOS

No sabía que en el lado de la cama que daba a la pared iba a sentir la seguridad por el continente y el miedo de perderlo todo a la vez.
La luz del móvil iluminaba y su respuestas banales conllevaban un malestar por el desconocimiento en el resto de la habitación.

No era un acto premeditado, ni siquiera buscaba nada; las celebraciones y la vida real siempre superan cualquier sensación virtual.

Pasó un año (y algunos meses más) y el verano dejó paso al segundo otoño.
Lejano como antes, ahora en tiempo y no en kilómetros, no creas que los recuerdos se diluyen tan fácil por muy fuerte que sean las lluvias.

El agua fluye, la vida fluye y los recuerdos... nos llaman. Si ellos tuvieran la posibilidad de telefonear, lo harían. La pena es que lo dejan todo a nuestra determinación y nada más contaminado y débil que nuestra condición humana.
Queremos algo y no damos los pasos necesarios.
Soñamos fuerte y no nos levantamos del sofá.
Podríamos construir colores nuevos pero seguimos pintando la vida con los mismos tonos.

El corazón se acelera y al incorporarte la cama tiembla.
Vibra sin el ritmo que marcan las parejas. Pero vibra... sí.
Notas el espacio. La cama es la de siempre. Tu cama. La que siempre tendrás en propiedad, la que pocas veces será compartida y la que guardará los secretos en sus fibras.
Ningún torturador logrará que hable.
Eso es seguridad. Por eso en ella dormirás siempre bien.
Cuando compartas la cama con alguien no podrás depositar tanta confianza en sus sábanas. De ahí viene que los mayores cada vez duerman menos. Sus ojeras les delatan, no confían y sienten envidia de los jóvenes que aun conservan las noches en sus camas unipersonales.

Dejando el tema y volviendo a la vibración, siéntela.
Estás solo y tienes ese poder.
No necesitas más.
Cuando salgas de la cama y te adentres en las calles, busca esa vibración en las calles, en los caminos, en las personas...

Vas viviendo según lo establecido y cada línea que quiebras abre nuevas puertas. Un día tenías una vida y al día siguiente la desconoces: todo puede cambiar, no hay problema en ello.
El problema es el miedo.
Los caminos están llenos de miedo.
Cuando eso ocurra, cuando el miedo llegue a ti, vuelve a la cama.
Túmbate, busca tu lado de seguridad y esta vez no cometas los mismos errores. No preguntes, que no haya luz. Que la consciencia se abstraiga.
Olvida lo que ya no está y no pesarán los kilómetros.
Sueña fuerte. Duerme. Recuerda el sueño. Levanta. Sal. Piérdete y encuentra un nuevo camino. El contador de kilómetros está listo para empezar de nuevo.

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