Tras varios kilómetros en bici, la excursión estaba llegando a su ecuador.
Salí de Atzeneta del Maestrat y cogí la CV-170 dirección Benafigos.
La duda estaba en si llegaría a Benafigos por la CV-170 o cogería la CV-169.
Para evitar problemas con el exceso de coches en el puerto, cogí la CV-169.
Nunca había recorrido antes esa zona y desconocía por completo lo que me iba a encontrar.
Durante varios kilómetros me adentré en una carretera estrecha aunque bien conservada.
Ni un coche, ni un ruido, ni un animal. SILENCIO.
Demasiado silencio. Tanto que estremecía.
Muchas ideas rondaron mi cabeza en esos kilómetros,
el calor se iba haciendo insoportable y poco a poco se incrementaba el cansancio.
Pensé en volver, dar media vuelta y regresar a casa, pero al fin y al cabo por 20 kilómetros más de excursión...
Pasaron los minutos y en la carretera solo estábamos mi bici y yo.
La soledad de la carretera animaba a seguir pensando para evitar ver la realidad.
Y en mitad de la nada me encontré, como deseaba.
La carretera seguí subiendo,
como la temperatura y las pulsaciones.
Pensé en mi corazón, en mi cuerpo y en muchas otras nimiedades.
La excursión de este verano no la había podido preparar bien, mi cuerpo se resentía
y por momentos me arrepentía.
Llegando ya al final de la subida decidí parar, con la excusa de hacer unas fotos,
y descansar unos minutos.
Hasta ese momento no me había cruzado con nadie (ni con nada) en la carretera, pero ahora que estaba parado,
vi que alguien se acercaba.
El pueblo no estaba muy lejos (unos 2 ó 3 kms) por lo que pensé que sería un habitante de él.
Cuanto más se apróximaba más incómodo me encontraba.
¿Por timidez? ¿Por desconfianza?
Poco importaba que me inquietara, ya que él se aproximaba y yo no estaba preparado para recoger mis cosas e irme. Lo mejor era aparentar tranquilidad.
A unos pocos metros de mí me masculló unas palabras en valenciano que no entendí.
- Buenos días - contesté.
Volvió a expresarse en valenciano y de nuevo le respondí en castellano,
lo que hizo que esa persona comenzará a hablar en castellanos también.
- ¡Menudo calor! ¿Eh?
- Sí, mucho - respondí.
Tendría unos sesenta y pocos años y una apariencia normal como la cualquier hombre del interior rural valenciano.
- ¿No eres de la zona? - preguntó.
- No.
- ¿Y qué, estamos preparando una carrera? Por aquí se mueven muchos ciclistas.
Casi todos los días se ven algunos por las zonas de aquí.
- No, estoy haciendo una excursión con la bici.
- ¿De dónde vienes?
- Desde Benicàssim.
- ¿De Benicàssim? Si eso está allá en la mar. ¿Vienes desde allí? Pero si eso son un porrón de kilómetros. ¡Y con este calor!
- Sí (sonreí). Tenía ganas de venir por aquí, nunca había estado y me gusta siempre en verano hacer alguna excursión con la bici.
- ¡Menuda excursión! ¿Sabes? Yo no soy de Benafigos, yo vengo desde Font d´En Segures, pero vengo en coche. Me gusta de cuando en cuando salir por los pueblos de alrededor, salir de lo conocido y ser forastero - el hombre metió la mano derecha en el bolsillo del pantalón. - Me gusta dejar de ser conocido, no saludar a nadie y que no sepan quién eres. Es bonito salir, ser forastero y llegar a lugares en los que nadie puede decirte nada si pasa algo.
A veces vienen deseos de dejar las normas a un lado y hacer cosas que no se ven bien a los ojos de los demás. ¡Y qué mejor qué en un lugar donde nadie te conoce!
- Bueno, cada uno... cada uno siempre desea cosas.
- Cuantas veces recorriendo estas carreteras, viendo la soledad y la depresión de los pueblos,
aparándome en la ausencia de gente y el anónimato he pensado en la vida y la muerte. ¿Se imagina qué un día aparece un forastero aquí muerto? ¡Qué más dará si murió o fue asesinado!
Era un forastero, desconocido, anónimo. ¡¿A quién le importaría?!
Podría haber sido cualquiera, pero en esta zona tan abandonada y alejada a nadie le interesa lo que se escapa al día normal, a lo cotidiano. Podría haber sido yo el asesino y sólo lo sabríamos el muerto y yo.
- La verdad es que a veces he tenido esas ideas - contesté como pude, pues sus palabras me habían dejado desconcertado y preocupado. - Lejos de todo, a kilómetros de mi mundo y mi entorno, después de llevar varias horas sin tener contacto con nadie y recorrer carreteras como un fantasma que nadie sabría decir si existió, ¿habría algo más despreocupado qué eso?
Dice bien usted, podría haber sido el asesino cualquiera, incluso nosotros mismos y nadie excepto el muerto conocerían la verdad - metí la mano en mi mochila para prepara mis cosas.
- Un mundo tan grande y casualidades pocas ocurren, ¿no?
Si después te quedan ganas, visita Font d´En Segures, es una zona muy bonita tanbién.
- Lo miraré en un mapa, pero ya será en otra ocasión. Hoy llego hasta Benafigos y vuelvo a la playa.
Recogí mis cosas y volví a la bici. Cruzamos nuestras miradas, nos dijimos adiós y recorrí el tramo que me quedaba hasta Benafigos. Eran las 14:30 aproximádamente, comí mis bocadillos, hablé con un niño y un adulto para ver donde podía rellenar mis botellas con agua y retomé las pedaladas. Por delante quedaban muchos kilómetros, y no tenía intención de parar hasta pasados 30 kilómetros de Benafigos, alejado de aquellos parajes y solitarias carreteras en las que la memoria no le pertenece a nadie.
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5 comentarios:
me dejaste pensando .
Para preocuparse.
Ahh y de tenis .
Nunca creo en eso de favoritos y las apuestas .
Saludos
afórtunadamente es una conversación distorsionada, je.
es curioso la de preguntas e historias q se guardan en los pueblos!!
ahh ! me quedo más tranquilo .ja
Y lo del tenis pensaba.
Como siempre a comerse las palabras .
Así nos vá.
Y mañana festejarás . Ya verás .
Muy buena esta historia. Muy bien llevado el nudo... Consigues que la gente según vaya leyendo se vaya montando su película.
Muy bien escrito también.
gracias
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