La observó. Echó unos pasos su cuerpo hacia atrás y volvió a mirar. "Infranqueable", concluyó.
¿Cuál sería la mejor opción? ¿Habría alguna posibilidad de saltar aquella pared?
Muchos libros dirían que sí, invitarían a mil esfuerzos y animarían a hacer un intento tras otro hasta lograr la hazaña propuesta.
Él sabía que no, pero como las dudas no son buenas al menos un par de intentos servirían de prueba.
Se preparó y antes de lanzar la carrera volvió a repetir su planteamiento y se dio cuenta de que cualquier esfuerzo sería en vano: él iba a intentarlo pero con el objetivo de fracasar a propósito.
"Valiente tontería".
¿Para qué gastar energías en algo que no creía? ¿O no quería creer para no gastar fuerzas? ¿Se habría acostumbrado a su cotidianidad y por eso no querría intentar nada nuevo?
¿Merece la pena dejar pasar una oportunidad por el miedo al fracaso?
Demasiadas preguntas girando a gran velocidad en la cabeza. El hombre y la mujer se han acostumbrado a no pensar tanto, a hacer las cosas de manera más sencilla.
Llegará un día en el que se darán cuenta de que el tiempo pasado en el sofá les ha privado de momentos con personas cercanas que ya no volverán cuando crucen el umbral de la tierra del cementerio y, lo que es peor, no serán nunca conscientes de que el miedo y la dejadez les han privado de tomar caminos más interesantes que los que su vida transita en ese momento.
Nuestro protagonista se solidariza con su condición, vuelve a mirar la pared y, sabiendo que no reunirá el valor para franquearla, coge perspectiva y exprime sus energías pensando en que color quedará mejor en la pared.
Mañana la pintará. Quizás pasado...
domingo, septiembre 30, 2012
sábado, septiembre 29, 2012
LOS CAMINOS
No sabía que en el lado de la cama que daba a la pared iba a sentir la seguridad por el continente y el miedo de perderlo todo a la vez.
La luz del móvil iluminaba y su respuestas banales conllevaban un malestar por el desconocimiento en el resto de la habitación.
No era un acto premeditado, ni siquiera buscaba nada; las celebraciones y la vida real siempre superan cualquier sensación virtual.
Pasó un año (y algunos meses más) y el verano dejó paso al segundo otoño.
Lejano como antes, ahora en tiempo y no en kilómetros, no creas que los recuerdos se diluyen tan fácil por muy fuerte que sean las lluvias.
El agua fluye, la vida fluye y los recuerdos... nos llaman. Si ellos tuvieran la posibilidad de telefonear, lo harían. La pena es que lo dejan todo a nuestra determinación y nada más contaminado y débil que nuestra condición humana.
Queremos algo y no damos los pasos necesarios.
Soñamos fuerte y no nos levantamos del sofá.
Podríamos construir colores nuevos pero seguimos pintando la vida con los mismos tonos.
El corazón se acelera y al incorporarte la cama tiembla.
Vibra sin el ritmo que marcan las parejas. Pero vibra... sí.
Notas el espacio. La cama es la de siempre. Tu cama. La que siempre tendrás en propiedad, la que pocas veces será compartida y la que guardará los secretos en sus fibras.
Ningún torturador logrará que hable.
Eso es seguridad. Por eso en ella dormirás siempre bien.
Cuando compartas la cama con alguien no podrás depositar tanta confianza en sus sábanas. De ahí viene que los mayores cada vez duerman menos. Sus ojeras les delatan, no confían y sienten envidia de los jóvenes que aun conservan las noches en sus camas unipersonales.
Dejando el tema y volviendo a la vibración, siéntela.
Estás solo y tienes ese poder.
No necesitas más.
Cuando salgas de la cama y te adentres en las calles, busca esa vibración en las calles, en los caminos, en las personas...
Vas viviendo según lo establecido y cada línea que quiebras abre nuevas puertas. Un día tenías una vida y al día siguiente la desconoces: todo puede cambiar, no hay problema en ello.
El problema es el miedo.
Los caminos están llenos de miedo.
Cuando eso ocurra, cuando el miedo llegue a ti, vuelve a la cama.
Túmbate, busca tu lado de seguridad y esta vez no cometas los mismos errores. No preguntes, que no haya luz. Que la consciencia se abstraiga.
Olvida lo que ya no está y no pesarán los kilómetros.
Sueña fuerte. Duerme. Recuerda el sueño. Levanta. Sal. Piérdete y encuentra un nuevo camino. El contador de kilómetros está listo para empezar de nuevo.
La luz del móvil iluminaba y su respuestas banales conllevaban un malestar por el desconocimiento en el resto de la habitación.
No era un acto premeditado, ni siquiera buscaba nada; las celebraciones y la vida real siempre superan cualquier sensación virtual.
Pasó un año (y algunos meses más) y el verano dejó paso al segundo otoño.
Lejano como antes, ahora en tiempo y no en kilómetros, no creas que los recuerdos se diluyen tan fácil por muy fuerte que sean las lluvias.
El agua fluye, la vida fluye y los recuerdos... nos llaman. Si ellos tuvieran la posibilidad de telefonear, lo harían. La pena es que lo dejan todo a nuestra determinación y nada más contaminado y débil que nuestra condición humana.
Queremos algo y no damos los pasos necesarios.
Soñamos fuerte y no nos levantamos del sofá.
Podríamos construir colores nuevos pero seguimos pintando la vida con los mismos tonos.
El corazón se acelera y al incorporarte la cama tiembla.
Vibra sin el ritmo que marcan las parejas. Pero vibra... sí.
Notas el espacio. La cama es la de siempre. Tu cama. La que siempre tendrás en propiedad, la que pocas veces será compartida y la que guardará los secretos en sus fibras.
Ningún torturador logrará que hable.
Eso es seguridad. Por eso en ella dormirás siempre bien.
Cuando compartas la cama con alguien no podrás depositar tanta confianza en sus sábanas. De ahí viene que los mayores cada vez duerman menos. Sus ojeras les delatan, no confían y sienten envidia de los jóvenes que aun conservan las noches en sus camas unipersonales.
Dejando el tema y volviendo a la vibración, siéntela.
Estás solo y tienes ese poder.
No necesitas más.
Cuando salgas de la cama y te adentres en las calles, busca esa vibración en las calles, en los caminos, en las personas...
Vas viviendo según lo establecido y cada línea que quiebras abre nuevas puertas. Un día tenías una vida y al día siguiente la desconoces: todo puede cambiar, no hay problema en ello.
El problema es el miedo.
Los caminos están llenos de miedo.
Cuando eso ocurra, cuando el miedo llegue a ti, vuelve a la cama.
Túmbate, busca tu lado de seguridad y esta vez no cometas los mismos errores. No preguntes, que no haya luz. Que la consciencia se abstraiga.
Olvida lo que ya no está y no pesarán los kilómetros.
Sueña fuerte. Duerme. Recuerda el sueño. Levanta. Sal. Piérdete y encuentra un nuevo camino. El contador de kilómetros está listo para empezar de nuevo.
viernes, septiembre 28, 2012
GUERRA
Tenías conquistada la ciudad
y la dejadez consiguió
lo que ni diez mil hombres hubieran logrado.
Cayó en el descuido
que conlleva el paso del tiempo
y casi sin querer se vio
con las manos vacías
y la ciudad perdida,
sin paseos por sus calles
ni nadie que esperara.
La guerra interior no se libró
y, aunque los textos no recojan
las tragedias individuales,
algunos perdieron tesoros más valiosos
que los restos que reposan
en el fondo de los océanos
por el siemple miedo a ganar
la batalla personal.
y la dejadez consiguió
lo que ni diez mil hombres hubieran logrado.
Cayó en el descuido
que conlleva el paso del tiempo
y casi sin querer se vio
con las manos vacías
y la ciudad perdida,
sin paseos por sus calles
ni nadie que esperara.
La guerra interior no se libró
y, aunque los textos no recojan
las tragedias individuales,
algunos perdieron tesoros más valiosos
que los restos que reposan
en el fondo de los océanos
por el siemple miedo a ganar
la batalla personal.
LA NOCHE DE LA QUE TE HABLARÉ
Parecía que iba a llover y realmente no sé si hacía frío. Personalmente no tenía esa sensación.
Me fui a la cama escuchando historias desconcertantes en boca de sus protagonistas y, mientras duraba la vida de los otros la mía pasaba en pequeños pasos.
Llegados a la cama dejé sonar la radio y pensé en la posibilidad de perder mi trabajo. Puede ocurrir, no lo veo tan complicado, así que pensando en alternativas apostaría por los contenidos de mi cabeza.
En el ordenador guardo muchos bocetos, historias, textos... pero nunca me pongo a darles forma.
Algo de pereza hay en el fondo, pero ya me dolería tener que perder casi todo para jugármela a una carta complicada de ganar.
¿Por qué no adelantarse a lo tiempos? MODERN TIMES gritan algunos, otros venden miserias que no son tales y yo, yo no sé de que hablarte.
Lo que quiero me lo guardo esta noche, ya llegarán noches para contar cosas.
La noche es para los que sueñan.
La vida para los que la abrazan (y otras 200.000 actividades variopintas más).
No sé, no sé qué tipo de noches son aquellas en las que no se habla, pero cuanto más cerca estás del equilibrio (cada segundo se muere un equilibrista interior) menos necesidades hay.
Así que no extrañe si salgo por la vía del SHUGENDO cualquier noche de estas.
Me fui a la cama escuchando historias desconcertantes en boca de sus protagonistas y, mientras duraba la vida de los otros la mía pasaba en pequeños pasos.
Llegados a la cama dejé sonar la radio y pensé en la posibilidad de perder mi trabajo. Puede ocurrir, no lo veo tan complicado, así que pensando en alternativas apostaría por los contenidos de mi cabeza.
En el ordenador guardo muchos bocetos, historias, textos... pero nunca me pongo a darles forma.
Algo de pereza hay en el fondo, pero ya me dolería tener que perder casi todo para jugármela a una carta complicada de ganar.
¿Por qué no adelantarse a lo tiempos? MODERN TIMES gritan algunos, otros venden miserias que no son tales y yo, yo no sé de que hablarte.
Lo que quiero me lo guardo esta noche, ya llegarán noches para contar cosas.
La noche es para los que sueñan.
La vida para los que la abrazan (y otras 200.000 actividades variopintas más).
No sé, no sé qué tipo de noches son aquellas en las que no se habla, pero cuanto más cerca estás del equilibrio (cada segundo se muere un equilibrista interior) menos necesidades hay.
Así que no extrañe si salgo por la vía del SHUGENDO cualquier noche de estas.
jueves, septiembre 27, 2012
CURVAS
En ciertos momentos, lo mejor es romper el mundo con una forma distinta de hacer las cosas.
La gente olvida las curvas más allá de las carreteras y de las formas femeninas y quieren seguir líneas rectas, pero las líneas que se quiebran ofrecen puntos de ruptura y nuevas perspectivas.
Aunque las cosas no lleguen a ser tan diferentes que al menos no sean clones.
¿Nos complicamos de más o es mi imaginación?
La gente olvida las curvas más allá de las carreteras y de las formas femeninas y quieren seguir líneas rectas, pero las líneas que se quiebran ofrecen puntos de ruptura y nuevas perspectivas.
Aunque las cosas no lleguen a ser tan diferentes que al menos no sean clones.
¿Nos complicamos de más o es mi imaginación?
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