martes, febrero 03, 2009

IMPULSIVIDAD: DESDE EL CORAZÓN HASTA EL EXTERIOR

¿Quién no ha cometido actos inexplicables?
¿Quién no ha deseado haber tenido la boca cerrada?
¿Quién no lamenta lo ocurrido tras un momento de descontrol?


Clásicamente, se asocian con la IMPULSIVIDAD tres conceptos básicos que se entrelazan en la comprensión del comportamiento impulsivo: el actuar sin pensar, la velocidad incrementada en la respuesta y la impaciencia.
Al estudiar tal unión conceptual, vemos que surgen otros indicadores estrechamente relacionados: un bajo control de sus impulsos y poca tolerancia a la frustración.

En los últimos años se han asociado nuevos términos a la IMPULSIVIDAD: violencia, adicción y drogadicción.
Podríamos seguir relacionando más cosas a este fenómeno. Por ejemplo, las personas que intentan suicidarse tienen alto puntaje en las mediciones de impulsividad, al igual que las adolescentes con problemas alimentarios.
La agresión, el juego compulsivo, los severos desórdenes de personalidad y el déficit de atención se asocian con altos niveles de impulsividad, un problema que afecta a alrededor del 9% de los estadounidenses.

La IMPULSIVIDAD, en ciertos márgenes es necesaria, pero sobrepasados unos límites se vuelve en contra del individuo, incapaz de controlar adecuamente sus actos.
Los investigadores han empezado a resolver esta contradictoria naturaleza de la impulsividad, identificando los elementos que diferencian una experimentación benigna de los actos autodestructivos. Los últimos trabajos en investigación cerebral y psicología ayudan a explicar cómo se desarrollan las tendencias impulsivas y en qué casos pueden llevar por mal camino a las personas.

Una potente combinación de genes y experiencias tempranas emocionalmente desorientadoras colocan a los individuos en situación de alto riesgo, al igual que ciertos instintos personales muy bien conocidos.

"Lo que estamos viendo -dijo Charles Carver, psicólogo de la Universidad de Coral Gables, Florida-son pruebas que indican que cuando las áreas prefrontales corticales del cerebro, donde se asienta su sistema de supervisión, no funcionan bien, eso interfiere con la conducta reflexiva y las consecuencias suelen ser desagradables".

La gente que puede jugar, parrandear o probar drogas duras y salir bien librada tiene una capacidad innata para el riesgo, según sugieren todos los estudios realizados al respecto. Están preparados para los peligros o simplemente corren riesgos controlando su conducta de manera semiconsciente; sorbiendo lentamente su cóctel, inhalando con precaución o manteniendo un pie en el borde del abismo por si deben retirarse.

Contrariamente, los individuos dominados por sus impulsos suelen confiar en sus primeras impresiones de manera implícita y absoluta.

Los expertos afirman que esta diferencia en la capacidad de autorregulación se basa, en parte, en la variación genética. En un estudio publicado en marzo, investigadores del Instituto Nacional de Salud Mental tomaron muestras de sangre de 142 voluntarios sanos y analizaron un gen llamado MAOA, que induce la producción de una enzima que reduce la actividad de una sustancia química cerebral llamada serotonina, que ejerce gran influencia sobre el estado anímico.

Los investigadores realizaron tomografías del cerebro de los participantes para medir el control de sus impulsos y hallaron que los hombres que tenían una variante común de MAOA, conocida como "de alto riesgo", manifestaban una activación significativamente menor que sus pares que tenían la versión "de bajo riesgo" del gen, en la parte del área prefrontal del cerebro donde se origina la conducta reflexiva.

Los participantes con el gen de alto riesgo también tenían déficit en áreas del cerebro destinadas a moderar la emoción, respaldando de este modeo los hallazgos de estudios anteriores que revelaron diferencias semejantes relacionadas con los genes.

"Por un lado, estos déficit de regulación emocional predisponen a las personas a intensas reacciones emocionales en la infancia y las hacen más vulnerables a los traumas -dijo el doctor Andreas Meyer-Lindenberg, director del estudio-. Por otra parte, el déficit de la función cognitiva inhibitoria crea cierta propensión a actuar a partir de esas emociones en períodos posteriores de la vida."

Y la vida nunca deja de poner a prueba esa capacidad de supervisión mental. Según Carver, soportar mucho tiempo estrés, a cualquier edad, puede sobrecargar la región prefrontal, dejando menos recursos disponibles para controlar las emociones.

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Casi ningún experto discute que la impulsividad es beneficiosa en algunas situaciones y que tal vez haya desempeñado un papel positivo en términos evolutivos. Cuando la vida es breve y peligrosa, y los recursos son escasos, la respuesta rápida obtiene su premio. En estudios realizados con babuinos y monos se observó que los animales que son impulsivos en la adolescencia suelen convertirse en adultos dominantes cuando moderan sus impulsos belicosos.

En los humanos, la conducta impulsiva tiene su punto más alto en la adolescencia, cuando las áreas prefrontales del cerebro aún están en desarrollo, o poco más tarde, en los primeros años de la edad adulta, cuando se espera culturalmente que las personas prueben sus límites.

Sin embargo, nuevas investigaciones han sugerido que el gusto por el peligro o el conflicto no basta para producir un grado de impulsividad persistente y ruinosa.

En un estudio publicado en The Journal of Psychiatric Research, un equipo de investigadores evaluaron a 351 adultos sanos y a otros 70 con desórdenes relacionados con la impulsividad. Los participantes fueron sometidos a una batería de tests destinados a medir la inhibición, el deseo de riesgo y la tendencia a planificar. Los investigadores descubrieron que el apetito de riesgo se asociaba con los fumadores de ambos grupos y que los hábitos menos reflexivos se relacionaban con individuos que bebían considerablemente.

En los individuos con desórdenes de personalidad, el déficit en la planificación se asociaba también con intentos reiterados de suicidio. La combinación de búsqueda de sensaciones y falta de reflexión caracteriza a millones de personas, pero parece ser extrema en aquellas cuya impulsividad desemboca en problemas crónicos o enfermedades mentales.

(info extraída de y de
y utilizada en gran medida para la realización de un trabajo sobre la IMPULSIVIDAD EN PERÍODOS CRÍTICOS: RIESGOS EN LA ADOLESCENCIA Y EN PERÍODOS POST-TRAUMÁTICOS)

2 comentarios:

JP dijo...

Muy interesante esto de la impulsividad .

L.V. dijo...

algunos estudios son muy curiosos relacionando la impulsividad con distintas respuestas en hombres y mujeres,
llevándonos a pautas de actuación completamente opuestas.