jueves, abril 23, 2009

Los pantanos de la memoria

El viernes pasado cogí el coche y me fui solo al pueblo.
Allí, en el campo, solo con mis pensamientos.

Era algo que quería hacer desde hace mucho.
No sé, nostalgia de los días pasados que viene de vez en cuando.

De pronto escuché el sonido del búho y de la corneja,
recordando el miedo que pasaba de pequeño al oírlos.
Volvía a imponerme ese sonido en mitad de la noche,
pero poco a poco, mirando al cielo y a las colinas cercanas, me fui olvidando de todo.

(...)

Esta tarde, haciendo tareas pendientes relacionadas con mi casa estuve revolviendo entre infinidad de recuerdos de quizás, los años en que mejor vi a mi padre.
Su letra en cuadernos, algunas de sus pertenencias, objetos que dejó preparados para nosotros
pero que con su marcha me veo incapaz de repartir, herramientas que usaba en las reparaciones de la casa... y entre todo eso OSEZNO, mi osito azul que un familiar me regaló el día que nací.
Disculpen que no recuerde al familiar en cuestión,
pero en las primeras horas de vida todo es muy confuso, ya saben.


Vaya mezcla de sentimientos y sensaciones: jodido, nostalgia...

2 comentarios:

Milongas dijo...

Es normal esa nostalgia. Cuando uno está completamente sólo el silencio sólo se ve truncando por la fuerza de los pensamientos. Me pasó igual esta semana santa, conducí sóla más de 1.600 kilómetros y a pesar de todo lo que me pasó por la cabeza (bueno y malo) el viaje valió mucho la pena.
Muchos besos L.V.
Me marché por unos días, y eché de menos tus confidencias. Suerte que ya regresé!!!!
Milo.

L.V. dijo...

¿dónde te perdiste?

muchas veces el silencio
y la soledad nos acerca a los demás.
esa pausa vital debería ser obligatoria.